Peter y Wendy by J. M. Barrie

Peter y Wendy by J. M. Barrie

autor:J. M. Barrie [Barrie, J. M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 1911-04-30T16:00:00+00:00


CAPÍTULO IX

La pájara Nunca Jamás

Los últimos sonidos que oyó Peter antes de quedarse completamente solo fueron los de las sirenas, retirándose una por una a sus alcobas bajo el mar. Estaba demasiado lejos para poder oír cómo cerraban sus puertas, pero en las cuevas coralinas donde viven estas criaturas todas las puertas tienen una campanilla que suena al abrirlas o cerrarlas (igual que en las mejores casas de nuestro mundo), y lo que Peter oyó fue un lejano cascabeleo.

Las aguas habían ido subiendo en silencio hasta lamerle los pies y, para entretenerse hasta que se decidieran a engullirlo, Peter se puso a observar algo que se movía sobre la superficie de la laguna. Parecía un trozo de papel flotando, quizá una parte de la cometa, y pensó que aún tardaría bastante en llegar a la orilla.

Poco después cayó en la cuenta de que aquella cosa debía de estar en la laguna con algún propósito, puesto que se la veía luchando contra la marea, ganando a veces. Al ver que había logrado vencer el empuje de las aguas, Peter, que siempre se ponía del lado más débil, no pudo evitar aplaudir a aquel trozo de papel tan valiente.

En realidad no era un trozo de papel. Era la pájara Nunca Jamás, que estaba haciendo grandes esfuerzos para llegar sobre su nido al lugar en el que estaba Peter. Desde que se le había caído el nido al agua había aprendido a usar las alas para navegar, y gobernaba su extraña nave con bastante habilidad, pero, cuando Peter Pan la reconoció por fin, estaba absolutamente agotada. Había venido a salvarlo, a cederle su nido, a pesar de que había huevos dentro. Esto era sorprendente pues, aunque Peter se había portado bien con ella, otras veces se había dedicado a atormentarla. La única explicación posible es que a la pájara le hubiera ocurrido lo mismo que a la señora Darling y a las demás señoras, que se hubiera enternecido al verlo sonreír con sus dientes de leche.

Ella le explicó a voces lo que pretendía y él le preguntó a voces qué hacía en la laguna pero, por supuesto, ninguno de los dos logró entender el idioma del otro. En los cuentos fantásticos, las personas hablan con los pájaros con total tranquilidad, y me gustaría que este fuera uno de esos cuentos para poder contar que Peter contestó al pájaro de una manera coherente. Pero es mejor decir la verdad, referir las cosas tal y como sucedieron. Lo cierto es que no solo no lograban entenderse, sino que acabaron olvidándose de sus modales.

—Quiero… que… te… metas… en… el… nido —gritó la pájara, intentando hablar muy despacio y con claridad—, y… entonces… podrás… llegar… hasta… la… orilla, pero… estoy… tan… cansada… que… no… puedo… acercarme… más. Tienes… que… intentar… nadar… hasta… aquí.

—¿Por qué das tantos graznidos? —contestó Peter—. ¿Por qué no dejas que el nido flote solo?

—Quiero… que… te… —dijo la pájara, repitiendo lo mismo de antes.

Entonces Peter intentó hablar despacio y pronunciando claramente.

—¿Por… qué… das… tantos… graznidos? —Y todo lo demás.



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